hoy tengo que ir al dentista, no quiero, pero debo.
decidí no ir a clases para poder prepararme psicológicamente para ese martirio de sonidos y de olores a analgésicos. tengo que dejar de pensar en esa jeringa tamaño dedo medio, en todos esos utensilios de tortura y en esa horrible sensación de metal contra diente.
Si tan sólo esa cancha serrana no se hubiera cruzado en mi camino talvez pudiera haber pasado unas semanas más de dulce procrastinación y negación. hoy llamé a mi dentista temprano en la mañana para decirle que necesitaba urgente que me de una cita, me había dado una para el lunes pero no iba a poder soportar un fin de semana entero de sudores fríos y pesadillas, de masticar con un solo lado de la boca, del olor psicológico del clavo de olor, del sonidito del taladro en mi cabeza, no soy lo suficientemente fuerte para tamaña espera.
cuando tenía diez años fui a una dentista de por mi casa, la susodicha me hizo sufrir tanto que mi papá (que sostenia mi mano) tuvo que gritarle para que parara de taladrarme el nervio. la imagen traumática se quedó para siempre en mí, no logré olvidarla nunca. Desde ahí mi papa me acompañó al dentista toda la vida, me sostenía la mano y yo se la apretaba con todas mis fuerzas. Ya tengo 27 años y en toda mi vida he ido solamente una vez sola al dentista, tenía 23, mi papá no estaba y mi mamá no quiso quedarse conmigo. Salí airosa pero me faltó una mano que triturar.
Hoy voy sola, como adulta que soy. son las 12.30 del medio día y la cita es a las 3.30, tiemblo.
update 2.20pm: me llamo el doctor y me pasó otra vez para el lunes... no sé como llegaré
